Nuestra historia

Nuestra historia

Hace más de 24 años, en el corazón de Santa Teresita, Guadalajara, comenzó una historia que nadie podría haber imaginado hasta dónde llegaría. Era el año 2000 cuando una pequeña tienda abrió sus puertas bajo el nombre de Bimbalete, dedicada a la fabricación y distribución de ropones y vestidos de primera comunión. En ese entonces, la tienda se enfocaba en esos momentos especiales de la vida, ayudando a las familias a celebrar los hitos más importantes con elegancia y tradición.

Con el paso del tiempo, y al estar en constante contacto con las necesidades de sus clientes, Bimbalete comenzó a cambiar. Las mismas familias que acudían por los ropones, empezaron a preguntar por otros productos, algo más festivo, algo más para las celebraciones cotidianas y las fiestas temáticas. Fue entonces cuando la tienda dio su primer gran giro: de los ropones y vestidos, pasamos poco a poco a los disfraces y artículos para fiestas.

Este cambio no sucedió de la noche a la mañana. Fue un proceso de años, de escuchar a nuestros clientes, de ver crecer a los niños que alguna vez usaron nuestros ropones y que ahora querían ser superhéroes o princesas en sus cumpleaños. Así, lo que comenzó como una modesta tienda de ropa ceremonial, se transformó en un negocio que traía alegría y diversión a cada celebración.

Con el tiempo, Bimbalete evolucionó y nació Casita de Andy, una tienda dedicada exclusivamente a disfraces y artículos para fiestas. Pero lo que nunca cambió fue el espíritu familiar que ha guiado cada paso de este negocio. Lo que empezó con una pequeña tienda en Santa Teresita, hoy en día es una red con ocho puntos de venta, un negocio que ha crecido manteniendo siempre sus raíces y valores. Casita de Andy es una empresa 100% familiar, donde cada detalle, desde la elección de disfraces hasta el trato al cliente, sigue reflejando la pasión y el compromiso que iniciaron hace más de dos décadas.

Hoy, tanto Bimbalete como Casita de Andy siguen siendo nombres conocidos y queridos en Guadalajara, pero ya no vendemos ropones, sino disfraces para todas las edades, listos para hacer realidad los sueños y fantasías de cada uno de nuestros clientes. Cada tienda es un lugar donde se encuentran la tradición, la creatividad y el cariño por cada celebración.

Nuestra historia es un recordatorio de que, al final, lo que más importa es adaptarse, escuchar y, sobre todo, nunca perder el toque familiar que hace que nuestros clientes se sientan como en casa, cada vez que entran a una de nuestras tiendas.